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REFLEXIONAR EL VOTO ES UN IMPERATIVO PARA EVITAR NUEVAS Y MÁS GRAVES FRUSTRACIONES


Suele afirmarse que en democracia todos los ciudadanos tienen derecho a elegir y ser elegidos; pero este principio se desvirtúa cuando la democracia es burguesa al servicio de los poderes económicos, sociales y políticos propagandizados y afianzados por el poder mediático que también pertenece a los grupos que ostentan los mismos poderes o cuando los pueblos son víctimas del engaño permanente ejercido por políticos que manipulan la política para satisfacer apetitos personales de figuración o como trampolín para otros fines como la ejecución de diversas formas de corrupción y enriquecimientos ilícitos. Quienes participan en campañas políticas electorales quieren ser elegidos con la difusión de discursos plagados de ofertas demagógicas y otros recursos que pretenden impactar en el electorado al que no le confiere la posibilidad de reflexión. ¿Acaso la proliferación de partidos y movimientos políticos, la fragmentación ideológica cuando existen definiciones, son sinónimo de democracia efectiva o de su fortalecimiento? De ninguna manera. Por ejemplo, la vivencia en democracia que soporta el Ecuador de estos tiempos no se robustece, ni puede considerarse madurez política si, legalmente, se han registrado y están habilitados 7 partidos políticos, 14 movimientos nacionales, 74 movimientos provinciales, 162 movimientos cantonales y 19 movimientos parroquiales. Son 276 organizaciones políticas que pueden participar en las elecciones a efectuarse el 24 de marzo de 2017, en las que se elegirán alrededor de 11.000 dignidades entre alcaldes, prefectos provinciales, concejales, consejeros, juntas parroquiales, a más de los miembros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social. ¿Acaso es democracia que, en un país tan pequeño, con apenas unos 13 millones de electores, número seriamente cuestionado, tenga tantos partidos y movimientos políticos? Cuando los pueblos carecen de cultura política, sus “líderes” se regodean porque saben que es más fácil obtener votos dictados por las emociones, sentimientos y pasiones antes que votos razonados e ideológicamente decididos. Las frustraciones nacen del deleznable accionar político de los que llegan a una función pública en el ejecutivo, legislativo, judicial. CPCCS, CNE, alcaldías, prefecturas y todos los que el pueblo elige, porque han sido ineficientes, irresponsables o corruptos con las excepciones de rigor. Alrededor de 80.000 candidatos aspiran ser elegidos. Con ellos comienza la feria de las vanidades y el baratillo de ofertas de quienes desean “sacrificarse” por sus pueblos. De ser cierto ¿por qué no rebajar substancialmente los sueldos y disminuir el número de funcionarios? Concejales, consejeros provinciales, miembros de juntas parroquiales no deben ganar sueldos, sino dietas por sesiones asistidas o trabajos realizados ¿Son candidatos para servir o servirse? ¿Son políticos o corruptos en potencia? En nada se profundiza ni mejora la democracia con tantos miles de candidatos provenientes de la variada descomposición política que surge del debilitamiento de ideologías y de partidos tradicionales identificados con las derechas e izquierdas. Hay como un desconocimiento de las ideologías o propuestas para desideologizar la política que provienen de sectores privados identificados con las oligarquías y clases dominantes a quienes no les conviene que los pueblos participen en política con conocimientos o fundamentos ideológicos y programáticos. Parece que los interesados en desideologizar la política, desconocen que la ideología ha sido asimilada como una manera de ser, de existir, pensar, sentir y percibir el mundo por parte de la persona humana o la forma de entender, explicar e interpretar la realidad desde la particular visión de cada ser humano en su integralidad, en su mismidad, y de conformidad con sus experiencias, deseos, necesidades, actividades, conocimientos adquiridos y de sus pertenencia a estratos socio-económicos, políticos, culturales y religiosos. Por su extensión y asimilación, el término ideología se aplica a la posición política del hombre, en sus intensas y variadas interacciones sociales y productivas. Desde la Academia se han efectuado valiosas aportaciones en busca de encontrar la ideología o doctrina política en las campañas electorales. Estudios ejecutados por Ramón Villaplana, Antonia Martínez Rodríguez o Ismael Crespo Martínez y Mónica Blinbchón en ¿“Compiten las ideas?” señalan que sii bien es cierto que un mayor pragmatismo, por parte de los partidos políticos, ha difuminado las diferencias ideológicas, esto debe ser sopesado considerando un contexto inexistente anteriormente. El despliegue de novedosas formas y tendencias de la comunicación política, podrían indicar que la ideología se encuentra de forma superpuesta. El propósito fundamental debe ser revisar el supuesto de la denominada desideologización y examinar la presencia de contenido ideológico en las campañas electorales modernas. A través de un estudio inicial y exploratorio en perspectiva comparada, autores con dilatada experiencia en el plano teórico-práctico de las campañas electorales proporcionan al lector una aproximación al análisis de elementos ideológicos que subyacen en las campañas que tienen lugar en la última década en Argentina, Colombia, España, México, Uruguay y Venezuela. Cabe preguntar: ¿Cómo influye la ideología en las campañas electorales? ¿Sigue vigente el eje izquierda-derecha? ¿Qué se entiende actualmente por contenido ideológico en el marco de las campañas electorales? ¿Cómo se identifica y se evalúa la presencia de la ideología? ¿Qué estrategias siguen los partidos respecto a la ideología? El enfoque teórico-práctico se aplica a elementos como los programas electorales, la propaganda, las webs y redes sociales o los medios de comunicación. Debe servir para reproducirse y mejorar el estudio de las campañas electorales en su vertiente ideológica y, sin dudarlo, para aclarar si las ideologías están en riesgo de desaparecer en las campañas o si, por el contrario, se encuentran reforzadas gracias a su persistencia en el tiempo pese al impacto de fenómenos como la personalización de la política y la convergencia en el centro político de los grandes partidos. LAS CAMPAÑAS ELECTORALES Se ha afirmado que “las campañas electorales son procesos intensos de proselitismo y cortejo de los electores, que realizan los partidos y sus candidatos, en la búsqueda de los votos de los ciudadanos. Como parte sustancial de los sistemas democráticos, toda campaña busca construir mayorías electorales estables y afianzar la legitimidad social, que es el sustento de todo sistema democrático. Las campañas electorales son instrumentos legitimadores del poder por antonomasia, que, si bien son propios de los sistemas de cuño democrático, son también utilizados en otros sistemas políticos, con el fin de legitimar a las elites gobernantes. De esta manera, bajo los sistemas totalitarios y autoritarios, también, se impulsan campañas electorales, aunque bajo patrones conductuales muy distintos a los existentes en sistemas democráticos, ya que se constituyen básicamente en ritos protocolarios para el acceso al poder público, alejados de lo que es una real competencia y "disputa civilizada" por los espacios de representación pública. A través de la historia, las campañas electorales han pasado por diferentes etapas. En un principio, bajo sociedades agrícolas las campañas fueron los medios para que mayoritariamente las masas de campesinos y jornaleros agrícolas canalizaran sus demandas apoyando a caudillos y líderes regionales carismáticos, quienes gobernaban bajo esquemas caciquiles de fuerte estirpe predemocrática. En sociedades industriales, las campañas se caracterizaron por la movilización electoral de obreros, trabajadores agrícolas e integrantes de las clases medias, bajo esquemas clientelares y populistas. Eran procesos cuasi-autoritarios, enmascarados como democráticos, con un bajo nivel de competencia y de movilización electoral autónoma. El académico mexicano en su estudio “Campañas electorales en la nueva sociedad de la información y el conocimiento sostiene que a partir de los cambios en las estructuras económicas y políticas de la década de los ochentas en América Latina, así como a la nueva revolución tecnológica, se generó una nueva sociedad sustentada en la información, las comunicaciones y el conocimiento, misma que en varios países de la región está aún en proceso de construcción. Este tipo de sociedad de la información y el conocimiento1 ha generado cambios profundos en la forma como se accede, controla, ejerce y reproduce el poder público, ya que como lo señalara Manuel Castells (1997), la generación, el procesamiento y la transmisión de la información se convierten en las fuentes de la productividad y el poder, debido a las nuevas condiciones tecnológicas que surgen en este período histórico.2 Bajo esta nueva realidad, las campañas electorales, en sistemas democráticos, han experimentado distintos cambios, ya sea en la forma de conceptualizarse, organizarse, financiarse, hacer proselitismo, o bien, en la manera de comunicarse y movilizar al electorado. Estos cambios son producto, también, de las transformaciones sociales y políticas de los últimos años, que han generado un ciudadano dotado de mayor información, con más educación y conocimientos sobre los aspectos político electorales y más conectados, a través de distintos dispositivos tecnológicos, con el mundo y sus tendencias políticas e ideológicas. A manera de conclusión, los estudiosos de esta problemática sostienen que la información y el conocimiento, en un mundo globalizado, no sólo han generado cambios en la manera en la que las sociedades funcionan, sino también en la forma como se accede y disputa el poder político. Hoy día, el poder se disputa con tecnología, información, conocimientos, astucia e inteligencia, de tal forma que los partidos y candidatos más competentes y hábiles, bajo las nuevas circunstancias, serán los que logren construir ventajas competitivas estables y, en consecuencia, accedan o conserven las posiciones de representación pública en las nuevas democracias. Bajo esta nueva realidad, las campañas electorales han adquirido un nuevo perfil, transformándose de procesos proselitistas vernáculos en verdaderas e intensas competencias políticas entre partidos y candidatos alternativos que luchan intensamente por los espacios de poder. Estas nuevas campañas de precisión se sustentan en la información, el conocimiento y el desarrollo tecnológico, así como en una gestión inteligente y creativa de intangibles propios del proceso de intercambio político. La nueva sociedad de la información y el conocimiento ha generado cambios también en los partidos políticos, en sus estrategias y tácticas proselitistas y en la forma como comúnmente se comunican los candidatos con sus electores. Hoy en día, la vieja comunicación ha dado lugar a formas modernas de persuasión y movilización electoral en la que los medios de comunicación, la Internet y la telefonía celular se han impuesto como conductos privilegiados para hacer política. Esta nueva sociedad está generando, también, un elector distinto, con mayor información y conocimiento de los procesos políticos, con mayor conciencia sobre su papel en los procesos democráticos, inconforme y exigente, capaz de dilucidar entre las diferentes opciones, alternativas y estratagemas que se le presenten en tiempos electorales. En fin, una nueva sociedad y una nueva política, sustentada en la información, el conocimiento, el desarrollo tecnológico y las comunicaciones, en estrecha interrelación con un mundo más globalizado y un sistema político crecientemente más plural, competido y democrático.” También se debe considerar que existe una gran manipulación de la conciencia de los electores que se realiza a través de los medios de comunicación social: televisión, prensa, escrita, radiodifusión y redes sociales, a más de panfletos, afiches, y diversidad de impresos. La manipulación mediática tiende a persuadir, convencer casi sin argumentos y tanto se insiste en la reiteración de los mensajes en las campañas electorales que al ciudadano se le obnubila la conciencia, La fuerza persuasiva puede conducir a la obtención de votos, pero el mensaje reiterativo puede convencer, pero, al mismo tiempo, puede impedir que el elector entregue su voto de manera razonada, reflexiva o que el voto sea el producto de la ideología y sus principios. El analista Marcel Pons en su estudio “La reflexión de la ideología en las campañas electorales” se preguntaba: ¿para qué queremos la reflexión? ¿Cual es su función en las estrategias de las campañas electorales? ¿Acaso se vincula de algún modo con las campañas políticas exitosas? ¿QUÉ ES REFLEXIONAR Y POR QUÉ ES IMPORTANTE PARA LA POLÍTICA? El Diccionario de la Real Academia Española define reflexionar como “pensar atenta y detenidamente sobre algo”. Y por otro lado especifica que pensar es “examinar mentalmente algo con atención”. Estas definiciones ya nos están informando acerca de las notas esenciales del acto de reflexionar. De ellas se deriva lo siguiente: La reflexión es una actividad mental. No es una acción realizada fuera del individuo sino dentro. Pertenece al orden del pensamiento y no de la conversación. La atención sostenida sobre un asunto está en el eje mismo de dicha actividad. No es por tanto una atención volátil o dispersa sino altamente concentrada. Requiere un cierto esfuerzo, un trabajo interior que voluntariamente se aplica sobre aquello que es objeto de reflexión. No se trata necesaria e inmediatamente de algo placentero sino de la aplicación de una fuerza mental para lograr algo. Es un proceso que cada vez que se realiza requiere un tiempo para desarrollarse. No es un acto rápido e instantáneo. De hecho, es una alternativa a los actos mentales rápidos e instantáneos, está en las antípodas de ellos. Busca profundizar en el objeto de reflexión, ir más allá de las apariencias y de lo que parece ser inmediatamente evidente. No resbala en la superficie de las cosas, sino que ahonda en ellas y va más hacia sus raíces y conexiones. Es una forma de pensamiento integradora que articula conscientemente elementos diferentes, a diferencia de otras formas de pensamiento discontinuas y disgregadas. Considerando estas características esenciales, ¿cuál es el papel de la reflexión en la política? Porque en realidad la política presenta múltiples situaciones que pueden ocurrir sin mayor intervención de procesos reflexivos. Una persona puede sentirse identificada con un partido político de un modo completamente irracional y casi tribal. Puede seguir a un líder con los mismos mecanismos mentales implicados en el liderazgo de una manada de primates. Puede opinar sobre un asunto sin detenerse a pensarlo. Puede llegar a votar a un candidato de un modo casi automatizado. ¿Para qué queremos la reflexión en materia política? La respuesta está en las propias notas esenciales señaladas anteriormente. Si la política por definición se ocupa de los asuntos de la polis, de los problemas colectivos que afectan a todos, ¿por qué dejarlos en manos de automatismos virtualmente ciegos? Si la política busca resolver los asuntos colectivos, entonces parece muy importante que sobre esos asuntos se piense, se trabaje interiormente, se haga un esfuerzo para comprender, se le dedique cierto tiempo indispensable, se les preste cierta atención concentrada y se profundice en la medida de lo posible. Porque nuestros mecanismos mentales más automáticos y rápidos no están preparados para tomar decisiones serias y firmes sobre los complejos asuntos colectivos. Como lo explican claramente los trabajos de Daniel Kahneman, si te preguntan cuánto es 2 + 2 lo único que necesitas poner en acción son los mecanismos mentales rápidos y automáticos (lo que él denomina “sistema 1”). Pero si te preguntan cuál es el resultado de multiplicar 28 por 73 ya no te alcanza con los automatismos del sistema 1 sino que tienes que apelar al sistema 2, más lento, esforzado y reflexivo. Cuanto más complejos se vuelven los asuntos de todos, los asuntos de la polis, tanto más insuficientes serán los procesos mentales automáticos y tanto más necesaria será la reflexión. Claro que la reflexión política no es un mero acto voluntarista ni una flor que crezca en el desierto. Porque para reflexionar tienen que darse necesariamente algunos factores sin cuya presencia la reflexión se pone en entredicho. FACTORES INDISPENSABLES PARA LA REFLEXIÓN POLÍTICA La reflexión, todo tipo de reflexión y no solo la política, requiere de algunas condicionantes. Son pocas, son simples, son claras…pero son vitales: Tiempo. Puedes reflexionar literalmente en cualquier lugar, pero siempre necesitarás tiempo para hacerlo. Para que exista la reflexión tendrán necesariamente que existir momentos dedicados a ella y en los cuales ella se desarrolle. Atención focalizada. Tienes que poner el foco de tu atención sobre el asunto a reflexionar. De esa manera vas a concentrarte y a evitar la dispersión. Esfuerzo. Reflexionar es trabajar con la mente, es operar con ella para ir más allá de las evidencias y de la superficie. Se trata de una actividad que requiere intensidad, no es pasiva sino firmemente activa. Diversidad de opiniones e informaciones. Si tienes la misma información que tenías antes, o la misma idéntica opinión, entonces nada te impulsará a reflexionar. Para ello necesitas que algo le haga ruido a tu mente, que algo le suene diferente, que algo se vea bajo otra luz, que surja algo nuevo en el horizonte. Las condiciones concretas de la vida cotidiana en nuestro tiempo histórico no favorecen la reflexión. Por el contrario, la obstaculizan y la vuelven cada vez más difícil, incómoda e improbable. El tiempo se nos escurre entre los dedos. Todos decimos que tenemos poco tiempo. Vivimos acelerados y sin pausa. Terminamos una actividad y ya comenzamos otra. Peor aún: hacemos varias cosas simultáneamente. No paramos. No tenemos tiempo ni siquiera para aburrirnos. Y cuando aparece algo de tiempo, pues lo matamos. Y hasta lo confesamos: “solo estoy matando el tiempo”, decimos. En el camino al trabajo, en la sala de espera del dentista, en los momentos de soledad, en las pausas para almorzar, en los minutos previos a dormir… ¿qué hacemos? Pues por lo general nos conectamos a la pantalla del televisor, a la pantalla del ordenador o a la pantalla del smartphone. Jugamos, mensajeamos, miramos, escuchamos, leemos, fotografiamos, reímos. Nuestras manos y nuestros dedos vuelan sobre las pantallas, los teclados y el mando a distancia. Y en tal contexto, cada vez hacemos menos tiempo para simplemente reflexionar. Hoy día puedes vivir dentro de una burbuja. Un espacio social donde las personas con las que te comunicas tanto a nivel presencial como virtual comparten los mismos valores, divulgan las mismas noticias y coinciden en opiniones e ideas. Un espacio comunicacional, además, donde todo lo que recibes es convergente ya que seguramente eliges periódicos, libros, blogs, programas de radio y de televisión que forman parte de ese tu universo de ideas, opiniones y valores. Buscas información en Google y la ilusión de libertad y diversidad es casi perfecta: el buscador te devuelve millones de páginas web. Pero en realidad Google personaliza los resultados que te ofrece, te los muestra a medida. Sus algoritmos te dan una página de resultados que será diferente a la de otras personas. Otras páginas, y en otro orden jerárquico de importancia. Crees que cada ser humano en el planeta que hace la misma búsqueda que tú obtiene los mismos resultados. Pero no. Eres como aquel personaje del cuento de Kafka “Ante la ley” que no descubre hasta el final que aquella puerta era solo para él y nada más que para él. Y la publicidad que ves en cualquier rincón de internet también está servida a tu medida por Google. ¿O todavía no has observado la correlación entre tus búsquedas y las ofertas publicitarias que vas encontrando? De eso se trata, justamente. ¿Qué más quisiera una empresa que conocer la mayor cantidad de datos acerca de sus clientes? ¿Cuánto pagaban en otro tiempo las empresas para conocer eso? Y a Google le damos todos esos datos, y más, de modo absolutamente ¡gratuito!” Como se ve no es fácil ser un ciudadano consciente del valor del voto que se da a un candidato. Pero sobre todas las dificultades personales, sería muy importante que se usara la reflexión para consignar un voto y decidir con responsabilidad social e histórica. Para evitar mayores y nuevas frustraciones sería conveniente recordar que es prohibido olvidar, pero sobre todo debería ser prohibido equivocarse. Y este es un asunto de extrema gravedad.

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